viernes, 26 de junio de 2009
Agua
Era una de esas tormentas en las que hubiera sido preferible un diluvio universal. Me encantaba ver llover, lo amaba. Como también amaba muchas otras cosas. Ver llover me relajaba. Me sentía a tres metros sobre el cielo, como nunca me había sentido antes. El agua caía con rabia agujereando las flores de la única maceta que se posaba sobre la barandilla de mi pequeño balcón, o jaula de conejo según se mire.Desde allí se dejaba ver un resquicio del Central Park. Si señores, yo vivía en New York. Esa tormenta es, hasta el momento, la más fuerte que he visto en toda mi vida. Recuerdo que cerré todo a cal y canto y me puse a dormir. Esperaba que el agua arrastrara la sombra del viento y se llevara con él mis recuerdos para no volver a llorar.
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