viernes, 15 de octubre de 2010

De-la-fé

Pescar un gran pez, hacerme un vatido, subir la persiana y encontrarme contigo. Hacer el amor después de la tormenta, tumbarme en la arena, una cerveza fresca. Bañarme en el mar, bailar de verbena. Perder el tren, perder la cabeza, encontrar una sonrisa y perderme en ella. Hacer la compra, comprar una botella, beberla en pareja y jugar bajo la mesa. Leer un libro que me quepa en el bolsillo, bajar piñones, comer macarrones; hacerme el despistado en las reuniones.
Mirar tres capitulos seguidos de una serie, jugar al "guitar heroe" y hacerme el puto héroe. Tachar un calendario, subirme a un escenário, andar por tu barrio, esconderme en un armario, subir tu salario emocional hasta un campanario. Y si, soy un solitario, un solitario del vocabulario y rimo todo con rio porque sonrio por no llorar. Hoy rio por no llorar, sonrio por no llorar...

domingo, 3 de octubre de 2010

Vista previa

Dicen que hay varios prismas desde los cuales puedes ver, de un modo u otro, la vida. Yo tan solo la veo de dos tamaños, de dos colores, desde dos perspectivas, según lo que me dicen dos posos de café.

La veo del tamaño de un rascacielos, formando sonrisas ayudándose de sus ventanales con ropa tendida que me guiñan un ojo al encontrarlos abiertos, jugando a esbozar sonrisas en la cara de los que vivimos en -y de- la imaginación. Me regala majestuosidad, me hace soñar con lo alto que quiero llegar cuando crezca. La veo vestida de blanco, decidida a llevar complementos verdes, azules, rosas o rojos -tonos claros, claro está-, desprendiendo luminosidad. Decidida a subirse a unos tacones, a hacer ruido al andar. Anclada en el pasado calzando unas “victoria’s” o mirando al frente, siempre presente, vistiendo pantaloncitos cortos; casual, moderna. Depende de la ocasión, depende de lo que reciba a cambio. Depende de si va a cambiar a lo largo del día mi destino, de si llueve o no. De si le veo o no.

Con solo un bolso al hombro más bien pequeño, sin llevar mucho equipaje por si en algún momento el viento sopla diferente, por si cambio el rumbo.

Mi arkhé me habla, me dice que por lo variable que soy podría ser veleta y lo que él no sabe es que yo nunca soy yo excepto cuando estoy dormida, que interpreto.

Que hago caso omiso de lo que me dice el primer poso de café de la jornada por qué no me augura un buen destino. Sin embargo, ese poso me conduce al último café -el cuarto o el quinto del día- que me dice literalmente que mis éxitos se verán recompensados a medida que avance.
Me entra la risa tonta y entonces me despierto. Me doy cuenta de que vivo en una vista previa, en un estreno continuo. En una lupa dividida en dos perspectivas: lo que veo cuando estoy despierta y lo que veo mientras duermo.