sábado, 3 de octubre de 2009

Buenos días princesa, he soñado toda la noche contigo.

Querida Jennifer.
Rondaba el año 2010 y yo era diez u once años mayor de lo que soy ahora,
sin embargo tú no habías envejecido. Seguías en tus maravillosos cuarenta, en la
flor de la vida.
En mis sueños contigo nunca cambia el lugar pero si la
circunstancia. Caminaba por tierra estadounidense, recuerdo una noche fría en
Nueva York. Vestía un precioso vestido negro Dior, -si mi gusto por la moda no
falla-. Llevaba un anillo que conocía bien pero me desconcertaba y al mirar mis
pies, caí en la cuenta de que era algo parecido a lo que siempre deseé vivir:
Caminaba sobre una alfombra roja y caían sobre mí destellos incesantes.
Me dejé fotografiar frente a la entrada del teatro Kodak varios minutos mientras
saludaba y besaba a amigos, compañeros y conocidos de mi profesión.
En la puerta de entrada alguien me sorprendió por la espalda diciéndome en un susurro
"no podía esperar más el día de verte sentada junto a mi"- con algo más de
melodía y cariño-. No podía creer lo que me estaba pasando, Courteney Cox me
estaba hablando como si la conociera de toda la vida. La abracé con fuerza y le dí dos besos, así fue como le respondí yo.
-Estoy buscando a Jennifer pero no la encuentro. ¿La has visto?- me preguntó Court.
Y entonces advertí que estaba en la ceremonia de los Oscars, junto a Courtney Cox y buscando a la que me hizo soñar cada noche con dedicarme a la interpretación.
-¿Jenn está aquí, ha venido?-Pregunté.
-Está nominada a mejor actriz, ¿Que pasa, tú nominación a mejor actriz y mejor guión ha echo que te olvides de ella?. Ja, ja, ja, ja.- rió ella con soltura.
-¿E-Estoy nominada...? ¿Estoy nominada, de verdad?
Court me miraba raro, como si algo grave me pasaba, y en realidad estaba alucinando.
- No hay quien te entienda chica, ¿te has dado un golpe en la cabeza o algo?
No sabía que hacer, necesitaba aire fresco y decidí salir a la terraza del teatro. Hacía frío pero necesitaba pensar bien lo que estaba pasando. Mientras tanto, alguien me arrojó una americana sobre los hombros y me pregunto si me encontraba bien. No reconocí ni el olor de la
chaqueta, ni la voz de aquel hombre. Pero antes de que pudiera girarme alguien
me cogió de la mano y aquello si me resultaba eternamente familiar.
Un tacto suave y cálido, pese al frío que hacía. Sarah Michelle Gellar me acariciaba la
mano mientras mi ojos se llenaban de lágrimas. Me dijo algo parecido a "sea lo
que sea lo que te pase, por favor se feliz. Es tu noche y ni la más mala noticia
que puedan darte ha de arruinarte este momento. Se fuerte, vive." Y seguidamente me abrazó. Le devolví por cierto, la chaqueta a Freddie antes de entrar de nuevo en el teatro y busqué mi asiento. Empezaba la Gala. Courteney y tú presentabais el premio a mejor director y aún no dabas señales de vida. Court me enviaba mensajes a la blackberry diciéndome que no te encontraba y que los de detrás de cámaras y ella estaban preocupados. En un break de la Gala me puse a buscarte con un nudo en el estomago enorme. La ansiedad se estaba apoderando de
mí y ni mi cuerpo ni mi mente respondían ya a todo lo que les ordenaba. Vi una puerta en la que decía "lavabos solo para personal autorizado" y contemplé mi vía de escape.
En el mismo momento en el que crucé el umbral que separaba el cielo del infierno deseé despertar. Estabas estirada en el suelo del baño, un suelo muy limpio en el que podía ver el reflejo de todo un mar brotando de tus verdosos ojos.

No sabía que hacer ni que decir. Tan solo cerré la puerta intentando no alarmarte, con la calma que habitaba allí antes de que yo la perturbara.
-La vida es una estupidez, crees que estás triunfando, que lo tienes todo y cuando
te das cuenta vives rodeada de gente y lloras a solas prácticamente cada noche.-
tan solo movías los labios y tu mirada seguía perdida.
- ¿Lloras cada noche?- fue lo único que se me ocurrió decirte, intentando darte cuerda para que
te desahogaras.
-Cada noche, sea cálida o fría. Sola entra mis caras sábanas, sobre mi cara cama, en mi lujosa mansión y con compañía imaginaria...
- Tú no estás sola.- Las palabras brotaban de mi sin explicación alguna.
- ¿De verdad? Entonces ¿porque me siento así? Dime porque decido cada noche
que al día siguiente no voy a despertar, porque siento que todo lo que hago, digo o pienso está mal. Explícame porque he metido esto en el bolso antes de salir de casa, porque lo tengo en la mano y porque quiero utilizarlo. ¿Puedes responderme tú a esto?
Algo afilado y frío brillaba en tu mano y al momento dejaba un destello sobre tu muñeca. Seguí mi instinto -o lo que quisiera que fuese- y me tumbé frente a ti.
- ¿Quieres que te responda con sinceridad? Lo haré, pero antes ¿me prestas eso?
Dejaste de maltratar tu muñeca y empecé a maltratar la mía.
- Me importa poco si estás sola o con un millón de amigos.
No me importa si tus sábanas o tu cama son de marca. Me da igual si tu casa es
grande, pequeña o simplemente vives en casa de otra persona. ¿Te digo que es lo
que realmente me importa?
Puse mi muñeca desangrándose sobre la tuya herida, abierta; como nunca la quise ver.
- Esto es lo que me importa: que eres sangre, vida. Tu sangre es roja igual que la mía, tus heridas sangran como las mías. Puedes intentar suicidarte porque eres persona y tenemos el privilegio de cometer decenas de errores al día y ser perdonados. Puedes sentirte sola, desgraciada y el ser más horripilante del mundo. Pero cuando haya un atisbo en ti de apatía piensa que al otro lado del atlántico hay alguien que ni si quiera habla tu idioma pero que cree en ti por encima de todo porque tú la ayudaste a creer en ella primero, le diste la esperanza de algún día sentirse completamente feliz porque vive su sueño. Se fuerte Jennifer. Vive, por mí.


Escribiéndote -por suerte- desde la realidad, Laia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario