Hoy mis abrazos deberían ser fríos y no lo
son. Mis manos y mis pies, que por norma están helados, hoy no lo están. Mi
pelo, que debería estar mojado no lo está. Mis orejas -sobretodo la izquierda y
no sé por qué- deberían doler por el frío y no lo hacen. Mis ojos deberían
llorar por el viento, mi nariz debería estar fría y algo roja y mis labios, tus
labios, deberían estar cortados y no lo están. La sangre debería congelarse
como lo hace el agua por las cañerías de tu casa y de verdad, de verdad que no
lo hace.
Quizá si el corazón está en marcha, en caliente y sabe bien que no
tiene por qué sentir frío todo lo demás funciona a la perfección.
Es solo una
teoría que en días como hoy, por tu culpa, compruebo. Cosa que nunca antes
había podido hacer. Esta noche tú y yo podríamos haber jugado a ser mujeres del
tiempo, haber derretido la nieve de afuera antes de que tocara el suelo,
sentirnos magas jugando al ilusionismo sin chistera, sin varita mágica, sin
trucos ni trampas.
Sin más razón que un corazón cuando late por otro que le
corresponde.
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