
Me he parado a pensar en todo lo que tiene que ver con vosotros, todo lo que yo recuerdo y también lo que no. Erais la luz al final del túnel, la fuerza que me empujaba como cuando estás sentada en un columpio, los que me enseñaron a no parar, a saltar, a reír, a jugar y a soñar, a levantarme después de caer y a hacerlo siempre, una y otra vez por más veces que viera el suelo de cerca, a cantar, a actuar, los que me daban fuerzas para sacar de mi lo que realmente soy; a sacar lo peor de mi para poder corregirlo, a ser mejor persona día tras día... Y no recuerdo tu voz abuela, ni la tuya abuelo. No puedo recordar ni su timbre ni su entonación. No recuerdo los agudos ni los grabes, ni si quiera recuerdo la última palabra que cada uno me dijisteis. Recuerdo las palabras y la función de cada una, las ubico en un tiempo y en un espacio pero no en boca del emisor dado que, aquel día posiblemente el receptor no supo advertir la calidez e importancia del código del mensaje.
Ilusa la que no quiso ver en su momento que la vida es dura, amarga y pesa; y que no espera, no olvida y no perdona. Que te manda echar de menos lo que un día echaste de más.
Te acabo de edscubrir entre los pocos seguidores de mi blog de cine, me he pasado a visitarte... y me he quedado maravillado con lo poquito que de momento me ha dado tiempo a ver. Me encanta cómo escribes, me encantan tus fotografías y me encantan tus inquietudes vitales y culturales. Espero que esas dos semanas que llevas sin actualizar sean un parón por las vacaciones y no algo más prolongado, porque estoy deseando volver a leerte. Yo, desde luego, te animo a que sigas escribiendo. Y a que no pierdas esa sonrisa.
ResponderEliminarSimplemente, eres grande Laia.
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